"Día: Período de 24 horas, malgastado por la mayoría" - Ambrose Bierce
El tiempo es la materia prima de la creación, y lo malgastamos con gran facilidad. Desperdiciar tiempo es como desperdiciar potencial. Aprovecharlo, por el contrario, equivale a obtener el máximo valor posible de nuestras capacidades.
La sociedad actual se ha vuelto (afortunadamente) muy sensible al despilfarro: campañas para no derrochar agua, energía o alimentos. Pero nadie critica el desperdicio de potencial, la distracción nos parece normal.
La crisis de la atención
Nuestra atención está en crisis. Está siendo atacada con armas de distracción masiva desde todos los frentes. Según McKinsey, el trabajador promedio pasa el 60% de su jornada conectado. Sólo el email representa casi el 30% de su tiempo, sin contar el efecto perverso de las redes sociales, los sistemas de mensajería, los juegos, las llamadas y las oficinas diáfanas. Si tuviéramos que diseñar un entorno perfecto para distraerse y ser improductivo, sería éste.
Hemos perdido la capacidad de concentrarnos en una tarea importante durante suficiente tiempo.
Nos hemos convertido en routers humanos, moviendo información de un lado a otro (emails, whatsapps, retweets...), sin crear nada valioso en el proceso. Esto genera gran desconexión con nuestra tarea, nuestro propósito, nuestra misión.
Somos víctimas del principio de mínima resistencia. Revisar y responder emails es fácil, y nos parece productivo. Nos engañamos pensando que hacemos algo relevante, mientras posponemos lo realmente importante: el trabajo concentrado y profundo.
Olvidamos que el camino de menor resistencia no lleva a ningún lugar interesante.
La importancia del trabajo concentrado
En un mundo post-industrial, dedicar nuestro tiempo y atención a crear algo de valor es fundamental para destacar.
Pero la calidad de la creación es producto del tiempo y la intensidad de la concentración.
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